“LOS PLANES DE ACCIÓN, UNA HERRAMIENTA PARA EDUCAR”
¿Qué son? Tipos de plan de acción
Es la herramienta
eficaz para motivar a un hijo (alumno) a que ejecute actos buenos que
le lleven a mejorar o a iniciar un aprendizaje, es decir. Se pretende
ayudarles a adquirir hábitos y virtudes a través de la repetición de actos buenos, hechos libremente. Tipos:
Los más eficaces son aquellos que promueven actos buenos, pero también
pueden emplearse para corregir defectos o para prever que una mala
acción no vaya a suceder.
1.- Consecuencia de un pasado: Surgen en un momento determinado, no previsto, como consecuencia de una mala acción. Objetivos:
Corregir un mal hábito (mejorar en el orden), corregir una mala
costumbre (lavarse los dientes), arreglar un problema (eliminar los
celos), potenciar una capacidad baja (prestar mejor atención) o mejorar
una situación (cambiar de amigos).
2.- Planes de acción vividos en el presente:
Se pretende un mejor cumplimiento de las normas, encargos o costumbres
con el fin de facilitar una buena convivencia y armonía familiar. Objetivos:
Cumplir mejor una norma ya establecida (no olvidarse de rezar antes de
comer), vivir juntos, en familia, una costumbre (comer juntos el
domingo y conversar posteriormente, implantar una norma nueva (cada día
de la semana un miembro de la familia se encargará de recoger la
mesa), revisar el reparto de encargos (ver como está el orden en los
armarios), ayudar a otro familiar en el encargo (ayudar a hacer la
compra de la casa…)
3.- Planes de acción dirigidos a un futuro: Se pretende ayudar a los hijos-alumnos a ser lo que nos hemos propuesto para ellos, personas libres y responsables. Objetivos:
Potenciar sus puntos fuertes (enseñar a un hijo que le gusta estudiar a
mejorar su plan diario para el estudio), contrarestar sus puntos
débiles (a un hijo que se muestra perezoso, animarle a ser más
voluntarioso en aquello que le gusta y analizar con él las ventajas que
ello conlleva) apoyarse en sus periodos sensitivos (punto siguiente),
reforzar los instintos guía-conocimientos innatos que todas las
personas poseen (animar a los hijos cuando se les sorprende haciendo
algo bueno “recogiendo el desayuno”), prever los peligros (hablar con
tu hijo de 9 años sobre los efectos de las drogas).
● Planes de acción para niños de tres años, atendiendo a los periodos sensitivos.
Es fundamental aprovechar los periodos sensitivos: Corresponden
a una determinada etapa y no son voluntarios, es decir, el organismo
tiende intuitivamente a realizar determinadas acciones. Se trata de las
mejores etapas para desarrollar y reforzar determinadas acciones que si
hay repetición ene l tiempo se convertirán en hábitos y virtudes.
1.- Hábitos de piedad: Periodo sensitivo de 2 a 6 años.
Es la edad apropiada para creer en la existencia de Dios y en todos
los acontecimientos relacionados con su venida al mundo. El amor a Dios
debe ser una consecuencia del ejemplo de sus padres.
Deben vivir las prácticas de piedad propias de su edad, hasta que
lleguen a constituir un hábito. Deben saber que Dios les quiere a
ellos. Debe ser normal, en la familia, pedir a Dios unos por otros.
2.- Orden: El periodo sensitivo del orden se vive con mayor intensidad entre 1 y 3 años. En la virtud del orden se apoyan todas las demás. El orden nos ayuda a disponer de más tiempo, ser más eficaces, aumentar el rendimiento y conseguir los objetivos previstos, nos proporcionan tranquilidad, confianza y seguridad. Nos evita contratiempos y disgustos y nos ayuda a ser más felices con menos esfuerzo. ¿Cómo se le enseña a un niño a ser ordenado? Jugando.
Jugamos con él repetidas veces al escondite, escondiendo las cosas
siempre ene l mismo sitio y en el mismo orden. Es un proceso que
aprenden con gran facilidad siempre que les enseñe de forma metódica y ordenada y tengan un modelo para imitar. Pero con la misma facilidad tienen la habilidad increíble de imitar el desorden.
Si se les acostumbra a dejar cada cosa en un lugar diferente, porque
lo ven en sus mayores, lo imitan y mejoran con tal rapidez que pueden
convertirse, en poco tiempo, en “unos perfectos desordenados”. El orden
debe extenderse a su propia vida de forma rítmica y esto les ayudará en
su desarrollo físico, psíquico y espiritual (orden exterior para procurar un orden interior): orden comida, sueño, aseo personal, ocio (salidas)…
3.- Sinceridad: Periodo sensitivo de la sinceridad es de 3 a 9 años.
De una forma intensa entre los 3 y 6 años y como consecuencia de esta
conscientes de la justicia entre los 6 y 9 años. Es importante que los
niños adquieran el hábito de decir la verdad desde pequeños ya que
constituirá los cimientos para facilitar su práctica como virtud.
Fundamental el ejemplo de personas de referencia: reconocer cuando se ha mentido y los niños se han percatado de ello. Es importante conocer las razones. Fantasía:
falsear la verdad por fantasía es muy normal entre los 3 y 5 años y no
debe considerarse una mentira. Ellos los toman como algo real y lo
expresan así, sin llamarlo mentira. Sin embargo, resulta conveniente que
vayan diferenciando el campo real del imaginario. Defensa:
la mentira por defensa es muy peligrosa. Cuando se descubre debe
atajarse con firmeza porque es fácil que llegue a convertirse en un
hábito. Llevar la contraria: La edad de 3 y 4 años
coincide con el descubrimiento del yo, y la mentira puede ser la causa
de llevar la contraria a los demás por el simple hecho de
autoafirmarse. Halago: “Digo lo que le gusta y tendré
menos problemas”. En este caso, cuando los padres analizan las causas
que han provocado la mentira, están en mejores condiciones de razonar
con ellos y corregirles. Es importante saber que la virtud de la
sinceridad, básica en la adolescencia, y por ello deben vivirla desde
pequeños y conocer su valor. En general, al corregirles, no debemos
llamarles mentirosos a nuestros hijos. No son mentirosos, ni desean la mentira, han dicho una mentira, resulta negativa la mentira pero no ellos.
4.- Responsabilidad: Encargos,
adjudicación de responsabilidades no sólo en la familia sino también
en el colegio. Estos encargos sirven para que potencien la
responsabilidad. Potencian la autoestima, se adquieren y refuerzan habilidades y se educa en el servicio a los demás. No deben recibir exclusivamente refuerzos materiales, la satisfacción del deber cumplido es lo que tiene que primar.
5.- Obediencia:
El periodo sensitivo de la obediencia es de 4 a 10 años. Es el “talón
de Aquiles” de todos los padres. Siempre hay que explicar el porqué de nuestra actitud hacia el niño, pero especialmente a la hora de enseñarle a obedecer. Ejercicio de autoridad,
exigencia con cariño, límites claros, firmeza, persistencia en el
tiempo, ejemplo. A partir de los 3 años debe ser diligente. No hay que
permitir que tarde demasiado en obedecerte o que no haga por sistema lo
que se le ordena, porque esta manera de actuar puede llegar a
convertirse en un hábito pésimo de comportamiento.
6.- Juego: La edad del juego tiene su máxima intensidad entre los 4 y 7 años. Los niños aprenden jugando. Para ellos todo es juego. Es esencial que el niño sepa jugar y, a través el juego, desarrolle los hábitos positivos que más tarde le permitirán adquirir virtudes. Es importante que los padres enseñen
a jugar a sus hijos, jugando repetidas veces con ellos y buscando
compañía de otros niños. Enseñándoles descubrimos que les entusiasma aprender cosas nuevas, le produce alegría saber hacer cosas y no se cansan de repetirlas. A través del juego se les puede ofrecer la oportunidad de elegir la actividad que quieren realizar, responsabilizarles a jugar el mismo juego sin cambiar cada 5 minutos, saber terminar los juegos, aprender a jugar solos, enseñarles a jugar con otros niños, aprender a ayudar a los demás, acostumbrarse a recoger un juguete antes de sacar otro, cuidar y no romperlos….
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